miércoles, 14 de julio de 2010

mujer sin voz

Hoy vuelvo a casa y escribo pensando en la persona a la que vi hoy, la conocí el primer año de mi llegada a este país y ella extranjera como yo, parecía muy segura de sí misma, hablaba siempre en positivo de este país y decía aquí se hace así y si no sigues las reglas, los hijos pagan el precio, se desadaptan, no triunfan, no les va bien en el colegio. Del otro lado esta persona era asi extrovertida en sus opiniones solamente en reuniones privadas, cuando comencé a encontrarla por casualidad en la calle o en los supermercados o alguna tienda, parecía muy suave, caminaba casi sin que se la notara. Evitaba hablar con nosotras las recién llegadas y evitaba al máximo salir de su rutina. En algún momento discrepamos cuando insistí en la importancia de ser una misma y con firmeza cariñosa me insistía tu debes hablar en lo posible solo alemán, y dejar de lado eso de ser diferente, hay que adaptarse y aprender rápido a hacer las cosas como se hacen aquí. Luego de un tiempo nos mudamos de casa y dejé de verla. Han pasado cerca de 15 años y hoy al volver casualmente al lugar en el que viví los primeros dos años, entré a un supermercado y la encontré en la cola para pagar. Me tocó una caja lejana a la suya pero vi como unas jóvenes extranjeras la saludaban y ella saludaba solamente con la mano tratando de hacerse invisible.
al pagar mi compra coincidí inevitablemente con ella en la salida a las puertas de la pastelería y hubo sorpresa y alegría en el encuentro, pero pronto su cara cambió y se quedó de nuevo sin expresión emocional, me dijo tengo prisa , tomo mi café y me voy... Pero tuve que pedirle que me lo repitiera porque realmente casi no escuche lo que me decía y me explico de sus conocidas prisas y rutinas.
Le pregunté que por que hablaba tan despacio, pensé realmente que tenía algo en la voz, me contestó que para no molestar con el español a los que estaban en la cafetería, me dijo a esta hora está lleno de jubilados y no les gusta escuchar otro idioma hablado a gritos, como el carácter latino es tan ruidoso...
Le pregunté entonces, si alguien le había reclamado alguna vez por hablar español, y me dijo que no, pero que ella se daba cuenta, y que ella no quiere ser como esos extranjeros desadaptados que llegan rompiendo reglas, para entonces ambas ya teníamos nuestros respectivos cafés y nos sentamos en la misma mesita. Me pregunto en voz bajita por mi familia, me conto de la suya, los éxitos de los hijos los planes futuros de los hijos, todo muy bajito, que no se note que hablábamos en español. quede sorprendida, al despedirme no pude evitar decirle que realmente no era necesario que se contenga tanto, que en realidad nadie se fija que idioma hablan los otros en conversaciones privadas. Ella me dijo es que no quiero que me confundan con una de esas extranjeras!!
Nos despedimos y se fue
Es probable que luego de tantos años en este país, ella piense que no es extranjera, se siente tan suiza, que no quiere que la reconozcan como extranjera, ni ser asociada con algo extranjero. Se ha camuflado tanto, que ella misma se siente ya autentica suiza y vive con un poquito de vergüenza de su origen o su identidad étnica y cultural de origen.
La pregunta que me hago y hago a mis lectores: Es esta actitud mas favorable? es el caso de esta persona el ejemplo de adaptación , el ideal de lo que la esposa extranjera debería ser? Por supuesto que no! hay extranjeros(as) que no se adaptan nunca, que no quieren aprender la lengua local y que viven en pequeñas comunidades sin saber jamás como viven sus vecinos y que intereses tienen o si necesitan alguna ayuda. Est e estilo de vivir en aislamiento, no es lo ideal, porque tiene muchas desventajas. Sin embargo vivir pensando que se debe agradar a una sociedad, anulando la identidad propia tiene un enorme costo para la persona, luego de una década o dos, se ha perdido de vista a sí misma, como en el caso que describí : sobreadaptada hasta quedar sin voz. y con esto no me refiero solamente a la voz con la que hablamos, sino a la capacidad de expresarse, de decir lo que se piensa y se siente.
La respuesta parece ser siempre la del equilibrio, buscar el equilibrio entre quien soy y como incorporo la cultura del país que me recibe. ese equilibrio no es necesariamente la mitad. La fórmula del equilibrio es siempre personal y concertada con los del entorno más cercano. Pero además debe saberse que el buen resultado no vendra por dejarse llevar, sino de tomar activamente las riendas de lo que se quiere ser y hacer durante la migración.

3 comentarios:

  1. Vivir en otra nacion, indudablemente nos confronta con nuestra identidad (personal y social). Las diferentes posturas que toma un migrante delata sus creencias y valores.Ej.la postura altiva del que coloca a la nacion que le acogio como una autentica basura, delata los sentimientos de inferioridad y complejos de si mismo. Cada pueblo, cada nacion tiene sus grandezas y flaquezas. Saber valorar esas riquezas sin perder de vista las riquezas propias(de ls nacion de origen) son señal de una identidad sana y segura, que enriquecera al migrante y a los locales. En los diferentes paises que me ha tocado vivir, no he visto a los locales como una competencia o agresion a mi cultura, sino como una oportunidad de conocer y hacer conocer, y practicar la flexibilidad que es el valor que nos mantiene jovenes =)

    ResponderEliminar
  2. Gracias Lourdes, es así como tú dices, no se debería ver en las personas originarias del país a unos oponentes ó competidores, o la cultura de ellos o la mía. La migración nos permite el intercambio, aprendo de la cultura de ellos, pero dejo también ver mis valores, mis tradiciones para el conocimiento mutuo. Esa apertura permite intercambio, enrriquecimiento y crecimiento.

    ResponderEliminar
  3. Definitivamente lapalabra clave es "EQUILIBRIO", entedied porequilibrio no una linea recta, sino unalinea hondulanete con subidas y bajdas. està demotrado que los extremos llevan al ser humano a un costo principalmente emocional. Es en ese extremo done uno se pierde como ser humno infinitamente valioso.

    Mónica Saavedra

    ResponderEliminar